Segundo
Fidel Maldonado Tapia
La
celebración del 1 de mayo, es internacional, consagrada como algo mundial, por
las repercusiones sociales de las jornadas de lucha obrera del siglo XIX, con
el reconocimiento interestatal, supranacional, en organismos de reconocido
prestigio, cuyas resoluciones son aceptadas e incorporadas a las políticas
estatales y de gobierno.
Hoy por hoy,
es preciso recordar las gloriosas jornadas de los trabajadores de la ciudad de
Chicago (EE.UU.) que un día primero de mayo de 1889, decidieron protestar exigiendo
el alza de salarios y la disminución de horas de trabajo. Reclamaban que el
esfuerzo que hacían en las fábricas y talleres fuera mejor pagado para no vivir
en la miseria, que su trabajo no sirviera únicamente para enriquecer a los
patronos, sino también para mejorar sus condiciones de vida.
La magnitud
de esta gesta exige que sigamos su ejemplo, no nos sometamos, trabajemos con
entusiasmo, responsabilidad, honestidad, honradez, persistencia y buena
voluntad, pero jamás claudiquemos en nuestros principios, en nuestros valores y
en nuestros derechos.
La calidad de
ser seres humanos y como tales, individual y colectivamente debemos valorarnos,
no nos dejemos pisotear por nadie, cuando sea necesario levantar la voz,
levantémosla, no hay satisfacción más grande que hacernos respetar cuando la
prepotencia quiere imponerse a la fuerza.
Hay que ser solidarios, buenos, tolerantes, eficientes, cumplidos, pero
ante todo dignos.
Lo que se ha
visto en esta última celebración, no debemos encasillarla en una competición
nacional o local de fuerzas, ni tampoco como aceptación o rechazo a tal o cual
situación, asunto o circunstancia, no es posible y no debemos caer en la lógica inmediatista de
quienes están en el poder y de quienes no están de acuerdo con el régimen instalado
en Carondelet. Mal o bien están ahí por
la decisión propia y democrática de los ecuatorianos y por tanto, siendo un
pueblo que se atiene a las disposiciones democráticas, acciones y hechos que no
se alejen de ellas, debemos impulsar lo que consideremos oportuno y necesario
para nuestra realidad, en el marco del respeto a la norma porque somos un
pueblo que vive y ejercita un Estado de Derecho.
Los afanes de
perpetuarse en el poder no corresponden a la esencia democrática de este pueblo
noble pero altivo, el crear o propiciar condiciones para que en el caos se
llegue al cambio de los sujetos activos en el poder, tampoco. Debemos revestirnos de cordura y prudencia, para
asumir nuestros anhelos; contar con la honestidad y honradez suficientes
acompañados de la valentía y sabiduría para sostener el marco legal y saber
hasta cuando podemos servir y contamos con la aceptación de la comunidad. No somos un rebaño al que se debe imponer,
abierta o soterradamente, un ejecutivo, una asamblea, una forma de gobierno y
administración.
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