El avance de
las sociedades tiene su paradigma o semillero en el pensamiento que desde sus
Universidades se genera, así lo demuestra la historia y los hechos de mayor
impacto científico, técnico y social que la humanidad ha vivido a través de los
tiempos.
Desde el
tiempo colonial se han dado diversas expresiones y hechos, es en las
Universidades donde se genera las innovaciones intelectuales de cada sociedad,
así en las colonias de los siglos XVII y XVIII, se mantuvo el hegemónico
pensamiento de que solamente quienes pertenecían a las elites económicas de la
época o sus hijos y descendientes, podían ingresar a formarse en sus aulas;
data de esta época la denominación de claustro a los centros de estudios
superiores, porque eran monacales, ajustados a las exigencias de los imperios
españoles, portugueses, anglosajones, franceses, en fin, que a través de los
monasterios dedicaron buena parte de sus quehaceres no espirituales, al cultivo
de las letras y las artes, el conocimiento y descubrimientos, pero manteniendo
el dogma.
Ello se
mantuvo a rajatabla hasta que el pensamiento social evolucionó hacia nuevas
expresiones de libertad, la intelectualidad y las innovaciones no podían estar
sometidas a los designios clericales, sino que había que dar nuevo rumbo a ese
pensamiento, que de a poco fue consolidando las ideas libertarias en América, alimentadas
desde luego por la influencia de las sociedades europeas que dieron paso, por
ejemplo, a la revolución francesa de 1879, puesto que las luchas por la
independencia se nutrieron de esos pensamientos innovadores y de las
inquietudes de la juventud chapetona y criolla de los nuevos años.
Así
arribamos a las expresiones de las juventudes universitarias de Córdova,
Argentina, en 1918, que con su Manifiesto revolucionaron el quehacer de la
universidad latinoamericana, puesto que rompieron con el estatus quo del
momento y proclamaron la apertura hacia nuevos horizontes en la formación, la
investigación, el compromiso social, la interrelación Universidad-Sociedad.
Juan
Montalvo lo dijo “La Universidad es el
crisol donde aprenden unos y enseñan otros, los secretos para la libertad de
las naciones”, y eso en los últimos años del siglo veinte, vuelve a
cumplirse, la institucionalidad universitaria luego de diversas circunstancias
y acontecimientos que han surgido de la experiencia, buena y mala de los muchos
años de la práctica y evolución de las conquistas sociales de los años
sesentas, como la autonomía, la Universidad periódicamente se renueva, se
rehace así misma y vuelve a encumbrarse en la conciencia social de la sociedad.
Así las últimas
tendencias y decisiones, se expresan en la exigencia del ejercicio responsable
de las posibilidades de los centros de enseñanza superior, la regulación de sus
procesos a través del Estado que sustenta a la universidad pública, por ello el
necesario cambio institucional.
La
Universidad es un centro de estudios superiores, no una dependencia estatal ni
del gobierno en turno, para satisfacer las demandas de empleo, sea de
profesores, administrativos o trabajadores; ese no es su propósito, los ideales
y paradigmas del nuevo conocimiento van más allá, están por sobre las
circunstancias, tienen que volar hacia las alturas de las virtudes humanas,
corresponden a la esencia de los nuevos conocimientos, al mejor aprovechamiento
de la tecnología, si no generamos ciencia, sepamos utilizar para el bienestar
social y material de nuestra patria, la modernidad de otras colectividades, más
todavía, cuando el avance de la sociedad del conocimiento pone a nuestro
alcance, el progreso y amplitud de la ciencia a través de la gran red de la
Internet.
La UNESUM,
tiene la obligación de responder al corazón de su comunidad, dar respuestas a
Jipijapa y a su entorno, con capacidad creativa, con el aporte de todos sus
estamentos, si es preciso con el sacrificio de posiciones personales, la
renuncia a los apetitos momentáneos, la histórica manifestación de sus
integrantes para la regeneración administrativa, por el futuro de sus descendencias.
Entonces es
el momento de dar el inevitable paso al costado, de impulsar los cambios y
ajustes, la Intervención Académica, Administrativa y Financiera es para que los
dineros del pueblo, expresados en el presupuesto universitario, no tengan como
destino las economías personales, sino que sean semilla y fruto en el talento
de sus nuevos profesionales.
Vengan pues
las doloridas medidas de ajuste para bajar la gran cantidad de administrativos
y trabajadores en beneficio de elevar la planta docente y las dotaciones para
mejorar la calificación y llevarnos a la categoría de privilegio de las
universidades ecuatorianas.
Los cambios
en la academia, duelen pero no matan y Miguel Angel Buonarroti, lo dijo: “Educación es formar al ser humano para el cambio permanente y aún
para la eventual crisis producto de la transición.”
Sfmt.- 25.02.2014
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