Segundo Fidel Maldonado
Tapia
Hace 223 años en las calles y hogares de Quito,
sede de la Real Audiencia de Quito, apareció el primer periódico ecuatoriano,
autoría del patriota Eugenio de Santa Cruz y Espejo, libre pensador de la época
que vislumbró el destino independiente de los pueblos de América, lejos de la
tutoría y coloniaje europeo.
Fue una proclama contra la tiranía de los
administradores que a nombre del Rey,
impartían justicia, administraban los tributos, recogían los diezmos, en fin
hacían y deshacían, a su gusto y parecer en una tierra y gentes que imbuidas de
las ideas libertarias de autogobernarse, constituyeron el amanecer de las
luchas por la independencia.
Así se dio origen a otra profesión, la del
periodista, que a través de los años fue adquiriendo personalidad y rasgos
propios, llegando a ser parte de la formación universitaria, bajo diversa
titulación como: Periodista, Comunicador Social, en fin, son las personas que
en base a su vocación y espíritu de servicio a la comunidad, informan,
comentan, opinan, critican, sugieren, en fin orientan a la opinión pública a
través de un canal o instrumento, prensa, radio, Tv, internet, llevando su
mensaje a una audiencia que a la vez se entera y puede contestar e involucrarse
en la comunicación de doble vía.
‘Escribir es un honor”, dijo Albert Camus cuando
recibió el Premio Nobel de Literatura. Y no se equivocó, lo afirma Fabián
Corral de Diario El Comercio, y realmente es un honor “… que es disciplina del
espíritu y rigor de la mente, se traduce en el deber con los que leen, con los
que coinciden y los que discrepan, incluso con los que persiguen, con los que
odian, con los tolerantes y con los dogmáticos: el deber de la verdad. El deber
de la lealtad a los principios, el de la renuncia a las tentaciones cortesanas,
a las comodidades de las poltronas burocráticas, a los aplausos, a los
reconocimientos oficiales.”
Los cambios que se han debido asimilar a través de
los tiempos en la profesión, obedecen también a las condiciones de la época, a
las vigencias económicas, de poder, sociales, una serie de circunstancias que
debemos afrontar los comunicadores sociales, en la construcción de los relatos
de hechos, la información y también ¿por qué no? de las alternativas que se
consideran plausibles, factibles y de beneficio colectivo, lejos, muy lejos del
interés particular.
“Hacerse cargo de esos deberes, llevarlos como
alforja que va al anca de la vida, es la nota distintiva del que escribe,
cuando tiene integridad. No es, por cierto, nota distintiva ni la abdicación ni
el silencio, ni la alabanza cómplice, ni la servidumbre disfrazada. Es, al
contrario, el irrenunciable deber de decir, de pensar, de enfrentar el aguacero
de las críticas, y de entender que, sin debate, no hay vida.”[1]
Dichas así las cosas, debemos asumir que no es honesto
ejercer el poder de la prensa para obtener privilegios a favor de los intereses
de los dueños de la gran prensa, si es que se puede hablar de ello, ni tampoco
ejercer el poder para que la prensa pequeña, si es que existe, exija y corrompa
a sus servidores para agradar, callar, lisonjear y adular al cacique comarcano,
aprendiz de tirano, al caporal del barrio, por los cuatro centavos de publicidad
con los que se acepta la mordaza o autocensura, y aplaudir disqué sus dislates,
arbitrariedades, diletancias y abusos en contra de quienes piensan distinto y
no se someten a los dictámenes y corrupción del individuo.
Saludos cordiales a todos los profesionales de la
comunicación social, que día tras día se empoderan del clamor social,
defensores de los derechos, de los combatientes contra la arbitrariedad,
prepotencia y corrupción, el 5 de enero es una fecha no para recordar sino para
elevar la voz y escribir claro, por las aspiraciones relegadas de los
oprimidos, perseguidos e incomodadores del poder corrupto y corruptor. Salud obreros de la verdad.
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