Segundo Fidel Maldonado Tapia
Las celebraciones cívicas nacionales tienen un contenido y trascendencia
histórica ejemplar para todas las generaciones, pues elevan el espíritu de
patria, convalidan la ciudadanía y la libertad, que costó muchos sacrificios y
no pocas vidas, que en los afanes de los ideales nos han legado un cúmulo de
enseñanzas, que debemos recordar con gran respeto y admiración.
La evocación del 2 de agosto de 1810, que tiñó de sangre las mazmorras del
Cuartel Real de Lima en la Audiencia de Quito, que de acuerdo con las
diferentes versiones, unas más otras menos, fueron alrededor de 300 los
sacrificados, mujeres y hombres, que por sus ideales de libertad, bienestar y
progreso, entregaron sus vidas, lo que en la historia le confirió a Quito el
blasón de “Luz de América”.
En el transcurrir de los tiempos, diversas son las luchas emprendidas por
la humanidad y el Ecuador por el reconocimiento de derechos, por pensar
diferente a las circunstancias del poder en su momento, porque somos personas y
como tales merecemos las consideraciones que el respeto humano a consagrado en
diversas declaraciones y normas supra nacionales, estatales y locales.
No siempre han desembocado en eventos cruentos y de sacrificio de vidas,
pero que aunque no se derrame literalmente su sangre, en el imaginario de los
colectivos, es como si lo fuera. Así
tenemos la negación de derechos, el irrespeto a las normas legales y de
convivencia armónica, aspiraciones y desajustes relacionados con el diario
vivir, la falta de tino y tolerancia de quienes, transitoriamente, están al
frente de la institucionalidad, conllevan la rebeldía de quienes lo sufren,
muchos ante la incuria de las leyes y sus operadores.
El posicionamiento estatal e institucional, por sentido común, obedece a
los intereses de todos o de las mayorías, por decir lo menos, sin embargo, se
deben abrir los espacios para el intercambio de opiniones y sopesar el sentir
de las diversas comunidades e individualidades, según sea el caso, para llevar
hacia adelante la vida social, cotidiana de sus componentes, el decir popular
de que en las opiniones siempre se debe tomar en cuenta, la opinión del otro,
la propia del interfecto y la verdadera, nos lleva a propiciar el escuchar y
ser escuchados.
La altura y condiciones para los
parlamentos institución-comunidad, deberían ser los básicos componentes para
avanzar en la construcción de los anhelos de todos. En la vida todo pasa, es decir es
transitorio, lo que hoy nos resulta lesivo puede y debe ser para el mañana,
trastocado en beneficio. Es entonces,
que debe ponerse de manifiesto la visión para administrar, evitando los
perjuicios y prejuicios para que se adopten las disposiciones y acciones que
agravien lo menos posible. Que sean para dar servicio y servir.
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