Segundo Fidel Maldonado Tapia
Las actividades y actitudes humanas demuestran la calidad de las personas,
independientemente de su formación títulos nobiliarios, bienes y otros extras
con los que la sociedad actual propone a la humanidad, para “destacarse” con el
propósito de obtener reconocimientos sociales, los que resultan totalmente
innecesarios cuando detrás de todo ello, está primero la persona, con o sin
poder, sin los adminículos y superficialidades que veos a cada paso.
Hoy en día se está pretendiendo hacer que ciertas actitudes de las personas
sean aceptadas como cotidianas, cuando de por medio existen normas y criterios
de vida, que aunque no tengan la caída de leyes, materiales ni morales,
demandan con certeza, un mínimo de observación para demostrarnos la estatura
moral y profundidad de criterio, especialmente en el servicio a la comunidad,
devolución del favor social y elevación de la personalidad.
En varias instituciones, especialmente públicas locales, de un tiempo a
esta parte, se escuchan voces de sus servidores que por los actos de los nuevos
administradores se ven perseguidos, ninguneados, aislados y sometidos a trato
descomedido y despersonalizante, sin observar, pretendiendo desconocer
trayectoria, formación, reconocimientos, experiencia y valores.
Da verdadera lástima conocer esas historias, ausentes de valores de parte
de quienes desconocen la dimensión del respeto humano, la suerte o coincidencia
de contar con una posición diferente a la del común ciudadano, sea como
autoridad o empleado de nivel superior, no da la patente para considerarse con
vano orgullo omnipotente y mirar por encima del hombro a su prójimo, sino por
el contrario digno de la confianza y espíritu de servicio para con quienes
directa o indirectamente apoyaron su elevación social.
“Todo lo que sube, baja”; dice el adagio popular; y, con sabiduría añade
“con la vara que mides serás medido”, lo cual inexorablemente se cumple, de por
medio tiempo más, tiempo menos, la mano justiciera de lo terreno y/o
espiritual, toma cuentas y exige pago, muchas de las veces, no con el autor de
inequidades sino con seres queridos allegados, que a lo mejor es donde más
duele.
El señorío, la grandeza de intelecto y fortaleza moral, se demuestran con
humildad y real servicio, sin vanalidades ni recompensas, allí está la estatura
moral y civil de los representantes institucionales, méritos que adornan y
elevan sin necesidad de pregoneros ni serviles, porque ya se lo ha dicho “por
sus frutos los conoceréis”; y, la juventud es renovación, sangre nueva y
dinamismo; la experiencia es madurez, reflexión y buena huella. No es aconsejable prescindir de la una en
desmedro de la otra, hay que saber aceptar que una es complemento de otra y
estamos en una sociedad heterogénea y hay que dar servicio a todos.
Nunca es tarde para rectificar y volver los pasos por el auténtico servicio
a la colectividad, resarcir perjuicios, y fomentar la armonía en las
instituciones y entre las personas.
Cambiemos las actitudes.
http://fidel-maldonado.blogspot.com
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