Editorial para Radio Orquídea 98.5 FM de El Pangui, Zamora Chinchipe
Muchos filósofos y libres pensadores han emitido sus criterios en torno a las concepciones de culminación y comienzo de algo, que toda despedida puede ser una salutación y asumirse como un nuevo comienzo, que la muerte puede significar el nacimiento de otra cosa o de otra persona, en fin que siempre existe un terminar para dar paso a un iniciar. A eso estamos abocados los ecuatorianos en este día, que no es más que la culminación de algo que se inició con la campaña electoral 2020 – 2021, en un proceso que tuvo un primer balance en las elecciones de primera vuelta realizadas el 7 de febrero de este año; el caminar por la reflexión previa a una segunda vuelta electoral que culminó el 11 de abril de 2021 y con cuyos resultados estamos enfrentados al inicio de un nuevo periodo constitucional para la administración del Estado ecuatoriano, con la posesión y funciones de Presidente y Vicepresidente.
Ecuador, país privilegiado por la naturaleza, con biodiversidad, pluricultural, multiétnico, es decir tenemos de todo en una pequeña extensión territorial, que lamentablemente ha tenido que afrontar varios capítulos obscuros de corrupción, de pillaje y hasta barbarie en sus recursos naturales renovables y no renovables; obviamente con recesos de paz y prosperidad que le han permitido supervivir casi de la bancarrota. En estas circunstancias ha sobresalido el espíritu indomable de resurgimiento de los ecuatorianos en base al trabajo, la unidad, el desinterés personal que ha dado paso a las convicciones nacionales de bienestar.
Las guerras de la independencia fueron una dura prueba de difícil superar, con exigua producción agropecuaria, las exigencias socioeconómicas de pertrechos y sostenimiento de material bélico y de tropas, el inicio de la abultada deuda externa, sin embargo, se logró luego de muchos años superar los daños y secuelas de la posguerra.
Las vicisitudes actuales no están muy distantes del balance de aquellos años luego del saqueo inmisericorde de casi tres lustros de delincuencia organizada al frente del gobierno, de nuevos conceptos para justificar el latrocinio y corrupción, como aquella de que las coimas no son tales sino arreglos entre privados, de que en las estadísticas de los infractores no hay desempleados sino personas con empleo no adecuado, sofismas constituidos en catecismo del y los seguidores del residente de Lovaina.
De frente a esas difíciles circunstancias asoman las decisiones populares de inicios del tercer milenio, buscando con ahínco el anhelado cambio que nos permita superar las etapas indeseadas del pasado, que gracias al uso y usufructo de las nuevas tecnologías de la información ya no existe prácticamente nada oculto bajo el sol, que presumiblemente hayan intensiones no denunciadas de aspirantes a nuevos ricos, que la cantaleta de los izquierdosos pretenda cautivar a nuevos ingenuos, entonces es que esas decisiones se manifiestan, ya no pidiendo sino exigiendo el cambio. Prueba de ello es el arribo de nuevas fuerzas a las instancias conductoras de la Asamblea Nacional, las que antes se han mantenido como espectadoras de los sucesos, para hoy tomar las riendas del ente legislativo y a las que en el transcurso de los días veremos y sabremos de sus capacidades, para el beneplácito o desencanto ciudadanos.
En medio de los avatares que se han debido sortear en los últimos años, habrá que mirar con ecuanimidad y ponderación los hechos y decisiones del régimen que termina, una cuña del mismo tronco de la década perdida, que no sucumbió a la irresponsable complicidad de continuar bajo la égida de su antecesor y que de alguna forma puso en evidencia que no existe la mesa tendida, la abultada deuda externa, la venta anticipada del petróleo a la potencia asiática, que su predecesor dejo enquistadas en la administración a muchas sanguijuelas y otras joyas con las que debió lidiar pero que no depuró en su mandato.
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