Segundo Fidel Maldonado Tapia
“Emigrantes Se aplica
a la persona que deja su lugar de origen para establecerse en otro país o
región, especialmente por causas económicas o sociales. Constantes
son los intentos de salidas de los ecuatorianos hacia el extranjero, lo que es
una respuesta a la permanencia de altas tasas de desempleo y sub-empleo en el
país, productos de la insuficiente capacidad del aparato productivo ecuatoriano
de absorber e insertar en su totalidad y de manera adecuada a la mano de obra
disponible. El hecho es altamente
preocupante porque a pesar de las
migraciones de más de un millón de ecuatorianos desde 1990 hasta el 2010, las tasas
de desempleo de subempleo no reducen”.[1]
El fenómeno
de la migración es algo con lo que los lojanos y ecuatorianos estamos
acostumbrados, pues pienso que no existe familia alguna, especialmente de Loja,
que no tenga un familiar en el extranjero en búsqueda de una oportunidad de
trabajo, agobiados por las deudas o por el deseo de alcanzar cierta comodidad,
en base al sacrificio y denodados esfuerzos, en una sociedad extraña, lejos de
sus seres queridos. Es la diáspora
lojana, pues desde hace muchos años, sabemos de lojanos salidos al exterior,
así se lo ha denotado en los medios de comunicación, cuando se habla del lojano
ausente, a quien desde hace décadas se ha dedicado muchas páginas para
recordar.
A nivel
mundial, en la historia reciente, el 4 de diciembre de 2000 la Asamblea General
de las Naciones Unidas, ante el aumento de los flujos migratorios en el mundo,
proclamó al 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante (resolución
55/93). Diez años atrás, en ese mismo día en 1990, la Asamblea ya había
adoptado la “Convención internacional sobre la protección de los derechos de
todos los trabajadores migratorios y de sus familiares” (resolución 45/158).
En el Diálogo
de Alto Nivel Dedicado a la Migración Internacional y el Desarrollo, en octubre
de 2013, los Estados miembros adoptaron por unanimidad una Declaración en la
que reconocen la contribución importante de la migración al desarrollo y llaman
a una cooperación más amplia para afrontar los retos de la migración irregular
y facilitar un flujo de personas seguro, ordenado y regular. La Declaración
también enfatiza la necesidad de respetar los derechos humanos de los migrantes
y de promover las normas internacionales de trabajo. Además, condena de manera
firme las manifestaciones racistas e
intolerantes y resalta la necesidad de mejorar la percepción pública sobre los
migrantes y la migración
La migración
internacional ha crecido de manera notable desde el comienzo de este siglo y se
calcula que en la actualidad unos 232 millones de personas buscan en países
distintos al suyo nuevas oportunidades de mejorar su vida y desarrollar sus
conocimientos. Alrededor de la mitad de ese colectivo son mujeres.[2]
“La migración
de ecuatorianos a otros países no es un fenómeno nuevo. Desde la década de
1960, se han conformado redes transnacionales que han incluido el flujo de
personas, de dinero, de información y han conectado comunidades locales con diversos
lugares de América Latina, América del Norte y, desde hace pocos años con
Europa. Actualmente, la diáspora ecuatoriana se encuentra en más de 55 países
en los cinco continentes. Para algunas regiones del país, como el sur del
Ecuador, la migración internacional constituye una estrategia de supervivencia
y de reproducción social desde hace más de treinta años. Sin embargo, a partir
de 1998 se percibe un aumento acelerado de la emigración y un giro fundamental
en los perfiles migratorios: la migración se convierte en un hecho nacional,
multiclasista, multigeneracional y se feminiza. En medio de estos cambios, se
encuentran la vida cotidiana y el trabajo de más de 800.000 emigrantes y sus
familias, aquí y allá, emigrantes con diferencias socioeconómicas, culturales,
regionales, étnicas, generacionales y, por supuesto, de género. ...”[3]
Alejandro Carrión en una intervención del año 1979, lo dijo: “… Sin los
recursos que debían producir su desarrollo, la tierra lojana, fue una casa
abierta, y sus hijos se lanzaron desde ella a una diáspora constante,
extendiéndose por todos los rincones de la patria y aun yéndose por los
incontables caminos del mundo. Así, no hay lugar ecuatoriano donde no haya
lojanos, que llegaron en busca de trabajo, lo encontraron y construyeron con
sus manos y su inteligencia un hogar y un porvenir. Pero, y en esto reside su
singularidad y su virtud, siguieron siendo lojanos, conservaron el estilo que
el aislamiento y la distancia formaron y nunca dejaron de ser como son: el
mundo lejano y ajeno donde construyeron su vida les enseñó mucho, se adaptaron
a él de modo de no ser extraños a su nuevo ambiente, pero en él se conservaron
lojanos. Habían hecho de su origen una religión que observaban y una virtud que
practicaban. La constancia, el claro sentido de la realidad, el conocer sus
facultades y sus limitaciones, el saber que no hay mejor recurso que su propio
esfuerzo fueron las bases de su nueva casa y los elementos de su éxito. Y esas
condiciones son las que Loja forjó para sus hijos. Por eso al ponerlas en
acción el lojano practica la lojanidad y por eso el ser lojano es una religión.-
Tiene el ser lojano otra condición y es el pensar siempre en Loja, el estar
siempre preocupado por Loja, el volver a ella de vez en cuando y el estar siempre
en relación con los lojanos que viven en su medio. No es que nos aislemos de
los demás ecuatorianos ni que nos refugiemos en ghettos donde nos cocinemos en
nuestra propia salsa. No somos esa clase de ermitaños. Vivimos en nuestro
mundo, con nuestros vecinos en la mejor relación de vecindad y sabemos ser
ecuatorianos útiles a la región del Ecuador donde vivimos. Pero estamos atentos
a Loja, a su interés, a su derecho, a su esperanza. Y sabemos que esto es, para
nosotros a la vez una obligación y un derecho. Loja es, como ninguna, una
provincia compuesta por familias. Cada cantón ha aportado las suyas y de su
suma se forma la gran colectividad lojana. Al decir nuestro nombre familiar nos
situamos: por él se sabe de qué cantón procedemos, cual es nuestra historia,
qué clase de personas somos, para qué valemos. Todos llevamos nuestros nombres
con orgullo, así que los decimos con palabras claras y mirando a nuestros
interlocutores a los ojos: yo soy Carrión, ¡ah! Sí, usted es de Loja.”[4]
[4][4] http://pce50.tripod.com/ultimo%20rincon%20del%20%20mundo.html.-
Fragmento de una intervención de Alejandro Carrión en la Asociación de
Lojanos Residentes en Quito, 1979
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