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martes, 16 de diciembre de 2014

DÍA INTERNACIONAL DEL MIGRANTE



Segundo Fidel Maldonado Tapia

“Emigrantes Se aplica a la persona que deja su lugar de origen para establecerse en otro país o región, especialmente por causas económicas o sociales.  Constantes son los intentos de salidas de los ecuatorianos hacia el extranjero, lo que es una respuesta a la permanencia de altas tasas de desempleo y sub-empleo en el país, productos de la insuficiente capacidad del aparato productivo ecuatoriano de absorber e insertar en su totalidad y de manera adecuada a la mano de obra disponible.  El hecho es altamente preocupante porque a  pesar de las migraciones de más de un millón de ecuatorianos desde 1990 hasta el 2010, las tasas de desempleo de subempleo no reducen”.[1]

El fenómeno de la migración es algo con lo que los lojanos y ecuatorianos estamos acostumbrados, pues pienso que no existe familia alguna, especialmente de Loja, que no tenga un familiar en el extranjero en búsqueda de una oportunidad de trabajo, agobiados por las deudas o por el deseo de alcanzar cierta comodidad, en base al sacrificio y denodados esfuerzos, en una sociedad extraña, lejos de sus seres queridos.  Es la diáspora lojana, pues desde hace muchos años, sabemos de lojanos salidos al exterior, así se lo ha denotado en los medios de comunicación, cuando se habla del lojano ausente, a quien desde hace décadas se ha dedicado muchas páginas para recordar.

A nivel mundial, en la historia reciente, el 4 de diciembre de 2000 la Asamblea General de las Naciones Unidas, ante el aumento de los flujos migratorios en el mundo, proclamó al 18 de diciembre como el Día Internacional del Migrante (resolución 55/93). Diez años atrás, en ese mismo día en 1990, la Asamblea ya había adoptado la “Convención internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migratorios y de sus familiares” (resolución 45/158).

En el Diálogo de Alto Nivel Dedicado a la Migración Internacional y el Desarrollo, en octubre de 2013, los Estados miembros adoptaron por unanimidad una Declaración en la que reconocen la contribución importante de la migración al desarrollo y llaman a una cooperación más amplia para afrontar los retos de la migración irregular y facilitar un flujo de personas seguro, ordenado y regular. La Declaración también enfatiza la necesidad de respetar los derechos humanos de los migrantes y de promover las normas internacionales de trabajo. Además, condena de manera firme  las manifestaciones racistas e intolerantes y resalta la necesidad de mejorar la percepción pública sobre los migrantes y la migración

La migración internacional ha crecido de manera notable desde el comienzo de este siglo y se calcula que en la actualidad unos 232 millones de personas buscan en países distintos al suyo nuevas oportunidades de mejorar su vida y desarrollar sus conocimientos. Alrededor de la mitad de ese colectivo son mujeres.[2]

“La migración de ecuatorianos a otros países no es un fenómeno nuevo. Desde la década de 1960, se han conformado redes transnacionales que han incluido el flujo de personas, de dinero, de información y han conectado comunidades locales con diversos lugares de América Latina, América del Norte y, desde hace pocos años con Europa. Actualmente, la diáspora ecuatoriana se encuentra en más de 55 países en los cinco continentes. Para algunas regiones del país, como el sur del Ecuador, la migración internacional constituye una estrategia de supervivencia y de reproducción social desde hace más de treinta años. Sin embargo, a partir de 1998 se percibe un aumento acelerado de la emigración y un giro fundamental en los perfiles migratorios: la migración se convierte en un hecho nacional, multiclasista, multigeneracional y se feminiza. En medio de estos cambios, se encuentran la vida cotidiana y el trabajo de más de 800.000 emigrantes y sus familias, aquí y allá, emigrantes con diferencias socioeconómicas, culturales, regionales, étnicas, generacionales y, por supuesto, de género. ...”[3]

Alejandro Carrión en una intervención del año 1979, lo dijo: “… Sin los recursos que debían producir su desarrollo, la tierra lojana, fue una casa abierta, y sus hijos se lanzaron desde ella a una diáspora constante, extendiéndose por todos los rincones de la patria y aun yéndose por los incontables caminos del mundo. Así, no hay lugar ecuatoriano donde no haya lojanos, que llegaron en busca de trabajo, lo encontraron y construyeron con sus manos y su inteligencia un hogar y un porvenir. Pero, y en esto reside su singularidad y su virtud, siguieron siendo lojanos, conservaron el estilo que el aislamiento y la distancia formaron y nunca dejaron de ser como son: el mundo lejano y ajeno donde construyeron su vida les enseñó mucho, se adaptaron a él de modo de no ser extraños a su nuevo ambiente, pero en él se conservaron lojanos. Habían hecho de su origen una religión que observaban y una virtud que practicaban. La constancia, el claro sentido de la realidad, el conocer sus facultades y sus limitaciones, el saber que no hay mejor recurso que su propio esfuerzo fueron las bases de su nueva casa y los elementos de su éxito. Y esas condiciones son las que Loja forjó para sus hijos. Por eso al ponerlas en acción el lojano practica la lojanidad y por eso el ser lojano es una religión.- Tiene el ser lojano otra condición y es el pensar siempre en Loja, el estar siempre preocupado por Loja, el volver a ella de vez en cuando y el estar siempre en relación con los lojanos que viven en su medio. No es que nos aislemos de los demás ecuatorianos ni que nos refugiemos en ghettos donde nos cocinemos en nuestra propia salsa. No somos esa clase de ermitaños. Vivimos en nuestro mundo, con nuestros vecinos en la mejor relación de vecindad y sabemos ser ecuatorianos útiles a la región del Ecuador donde vivimos. Pero estamos atentos a Loja, a su interés, a su derecho, a su esperanza. Y sabemos que esto es, para nosotros a la vez una obligación y un derecho. Loja es, como ninguna, una provincia compuesta por familias. Cada cantón ha aportado las suyas y de su suma se forma la gran colectividad lojana. Al decir nuestro nombre familiar nos situamos: por él se sabe de qué cantón procedemos, cual es nuestra historia, qué clase de personas somos, para qué valemos. Todos llevamos nuestros nombres con orgullo, así que los decimos con palabras claras y mirando a nuestros interlocutores a los ojos: yo soy Carrión, ¡ah! Sí, usted es de Loja.”[4]




[1] www.wikipedia.org.
[2] Ibidem
[4][4] http://pce50.tripod.com/ultimo%20rincon%20del%20%20mundo.html.-  Fragmento de una intervención de Alejandro Carrión en la Asociación de Lojanos Residentes en Quito, 1979

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