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sábado, 29 de octubre de 2011

ORACION FUNEBRE ANTE LA TUMBA DE VICTOR MANUEL TAPIA PAZ


Estimados amigos
Queridos familiares:

Gracias a Dios damos por nuestros padres, gracias por la familia y los amigos, por ustedes que nos permiten saber que existe la solidaridad y el amor, que tenemos con quienes compartir las alegrías y dolores de la vida, por eso hoy les damos las gracias por vuestra presencia y mensajes, las flores y condolencias, para poder decir con el corazón hasta siempre padre, hermano, esposo, tío, primo.

Por eso permítannos evocar en la memoria del corazón el 11 de junio de 1925, cuando en nuestra entrañable Loja, en el hogar de los esposos Segundo Tapia y Carmen Luz Paz, arribó a la vida terrenal VICTOR MANUEL TAPIA PAZ, el cuarto de los que en su tiempo fueran once hermanos: Gilberto (+), Jorge (+), Lic. Arturo, Prof. Digna, Agripina, Aurora, Máximo (+), Julia (+), Lic. Clotario y María Teresa Tapia Paz; y junto a ellos el Lic. Julio César Tapia Maldonado (+).


Su tierna infancia y adolescencia, que plácida y modestamente decurría en las pacíficas calles y plazuelas de esta tierra tuvo acogida en la centenaria Escuela “Miguel Riofrío”, cuna del conocimiento, donde recibió las primeras letras, aprendió los secretos de la amistad sincera y la responsabilidad elevada del cumplir con las tareas.  Más tarde, serían las aulas del querido Colegio “Bernardo Valdivieso”, las que albergarían las ilusiones y el despertar juvenil de Víctor Manuel, alternando con las enseñanzas laborales en la ebanistería y carpintería, de las generosas y sublimes manos paternales.

Mas la parca habría de truncar tempranamente, con su guadaña implacable, la vida de Segundo Tapia, su padre y nuestro abuelito, cuando apenas Víctor Manuel, se asomaba a los calendarios veinteañeros, en la flor de la vida y la esencia de las ilusiones, para señalar el destino de los Tapia Paz.  Es en estos años cuando, herido por las  circunstancias y retado por el designio del Supremo Hacedor, que asume las riendas del hogar, ratificándose en el hijo responsable, para convertirse en el padre espiritual y material de sus hermanos, así como en el sustento familiar para los suyos como un  consuelo perenne en la soledad materna.

Once hermanos y una viuda, arrojados a enfrentar la vida, así Víctor Manuel, habría de abandonar los libros y cuadernos, para con sus manos generosas forjar la existencia y consolidar el hogar.

Largos años de continuo batallar, incansable impulsador del progreso de los suyos, entregando los girones del alma en cada obra, destacándose por su espíritu solidario como uno de los más antiguos socios del Gremio Provincial de Carpinteros de Loja “San José”,  incorporándose al equipo de trabajadores del Consejo Provincial de Loja; del Municipio lojano; y del Ministerio de Obras Públicas Fiscales, donde te jubilaste.  Por ello, de sus manos, las manos del José en la Sagrada Familia, carpintero como él, se surtieron las obras para beneficio de las escuelitas rurales, recorriendo la geografía y las distancias, marcando en su experiencia las rutas de la rosa de los vientos, es que contribuyó a la educación de muchas generaciones, con las bancas escolares, entre otras obras, hijas de sus manos.

Transcurrido el tiempo, y como a todos está dada la hora del descanso, del sueño y del beso es que encontró el amor humano, en los brazos de su amada esposa Lucrecia Sotomayor Villacís, uniendo sus vidas para realizarse como padres, elevando ante la modesta sociedad de sus entornos, la insignia noble de la virtud hecha caricia.  De su amor y de su unidad, florecieron: Maritza del Carmen y Víctor Michael Tapia Sotomayor, en quienes volcaron su bondad y sus anhelos, sin descuidar apenas las obligaciones morales de continuar dando sombra a su Carmen Luz del alma y sus hermanos.



Hoy ya no estás tío querido, se nos fue el Papito Suco de la infancia, las flores sempiternas de la gratitud, acompañan tu paso hacia el descanso, como lo dijiste y presagiaste, la mamita Carmen vino a recogerte, hoy seguros estamos la familia está reuniéndose en la eternidad, en lo insondable y perpetuo de la gloria, ya estás con Segundo y Carmencita, con Gilberto, Julio César, Jorge, Máximo y la Julita.

Hay tantas cosas que quisiéramos decir, necesarias e ineludibles, gracias una vez más a la familia y los amigos, gracias por su cariño hecho presencia, pero más gracias a ti Víctor Manuel, siempre te pensamos y tenemos presente, gracias a ti querido viejo inolvidable, hoy renaces con más fuerza en la memoria, eres un ícono sagrado, tronco añoso y sombra para el recuerdo lúcido, con tu alma jovial, alegre, saltarina y dominguera para decir por siempre y para siempre: gracias por haber sido el hijo, el padre, el hermano, el esposo, el  tío, el familiar y el amigo.

Descanse en paz.

Ante su tumba fresca. Loja, 28 de octubre de 2011







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